Es conocida aquella historia en que un hombre se quejaba a Dios de que le había dado una cruz muy pesada en su vida, mientras que a otros les había dado otras cruces más livianas y suaves.
Un día, Dios, compadecido, lo llevó a un gran depósito de cruces para que buscara la que mejor le parecía para poder sobrellevarla fácilmente. Para ello el hombre dejó su propia cruz a la entrada, junto a otras cruces.
Después de probarse unas y otras para ver cuál le quedaba mejor sobre sus hombros, vio que todas tenían su dificultad.
Ya rendido, estaba deseando marchar, pero tenía que irse con una cruz. Entonces probó algunas que había a la salida. Ahí encontró una que le sentaba muy adecuadamente sobre sus hombros y le dijo a Dios: "Ésta, ésta es la mejor, la que más me conviene".
Dice la historia que Dios, sonriente, le dijo: "Sí, esa es la mejor. Es la que trajiste cuando llegaste aquí. Ésa es la tuya, la que te di porque es la más apropiada para ti".
Cada uno tiene la cruz que más le conviene, pero son muchos los que se quejan de la cruz que Dios puso sobre sus hombros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario