¿Me dices que estás a punto de bajar los brazos? ¿Que no logras ver una salida? ¿Que tantas personas te han decepcionado y por eso ya no crees en nadie? ¿Que la frustración embarga tus recuerdos y te impiden proyectar hacia el futuro? ¡Ahora es el momento justo para detener la marcha, reconsiderar la situación y así, entonces, poder continuar tu viaje!
Ninguna persona nace con un manual de instrucciones debajo del brazo, ¿no es cierto? Comenzaste a vivir y al cabo de un tiempo – más allá de tu situación financiera, social, religiosa o cultural – te diste cuenta de que el asunto no es para nada sencillo. ¡A veces la vida se vuelve tan complica! Los pensamientos, las relaciones, los desafíos, la supervivencia, estos y más elementos que de una u otra manera colorean tu existencia con una amplia gama de intenciones, sueños y vivencias.
No sería ninguna novedad, entonces, si te dijera que la vida es un rompecabezas de alegrías, tristezas, ilusiones, amores, desengaños, esperanzas, temores, fortalezas y debilidades. ¡Las piezas son tantas que podrías llegar a pensar que no merece la pena esforzarte por armar el cuadro! Pero es allí donde reside el mayor inconveniente para lograrlo: comenzar por el sentido contrario.
Te han dicho que debes alcanzar la felicidad y allí andas, en busca de ella. Pero… ¿te has detenido a pensar en qué consiste? Te han enseñado muchas cosas acerca del amor entre las personas, pero… ¿qué entiendes acerca de él? Te han insistido que el éxito se define de acuerdo a tal o cual parámetro, pero… ¿por qué el vacío sigue allí, a pesar de las victorias y los triunfos?
De nuevo: el error quizás esté en el hecho de haber empezado por el lugar equivocado. Algo similar a lo que le pasó a aquel niño a quien sus hermanos le dieron las piezas de un enorme rompecabezas, pero en ningún momento le permitieron ver la imagen que debía armar. ¡Si tan sólo hubiera visto por unos segundos el cuadro completo!
Sea como fuere, llega el momento – ¡ojalá que sea este día! – en el que necesitas reflexionar y auto-sincerarte. Sí, ya sé. ¡Hay tanto para hacer que a veces no hay tiempo para lo que de veras importa! Por eso te escribo, y lo hago como amigo y compañero en el camino, con el deseo de ayudarte a pensar.
¿Cuál sería mi consejo? Desde mi propia experiencia como ser humano – frágil, necesitado y hambriento de sentido – te recomiendo que hoy pienses en Dios y le pidas, con tus propias palabras, que te ayude a ver la vida de manera diferente. Al fin y al cabo, ¿quién mejor que tu Creador para ayudarte a entender el cuadro completo y aprender a vivir en plenitud?
Que puedas ir desde la imagen completa hacia la realidad de las piezas cotidianas, de los grandes objetivos hacia las metas intermedias, del destino hacia el punto en el que te encuentras hoy en día, de una espiritualidad auténtica hacia una vida llena de sentido.
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