Las personas reaccionan fuertemente al encontrarse ante un peligro inminente. Es muy difícil, sin embargo, el sentirse involucrado emocionalmente con un problema que ocurrirá en diez o veinte años. En raras ocasiones sienten la necesidad de cambiar sus actitudes hacia una situación que los afectará en el futuro o que afectará a la siguiente generación. Se dicen: “Ya veremos cuando suceda.” Le tienen pavor a la idea de abandonar sus placeres inmediatos solo por que sus recompensas tendrán consecuencias desastrosas a largo plazo. Sus acciones están motivadas por el deseo de evadir el estrés en su futuro inmediato.
Todo deriva de una tendencia empedernida a la indiferencia del peligro que no amenaza a nuestro egoísmo en este momento. El futuro no duele, por lo menos, no ahora. ¿Deberíamos de acoger el llamado e ignorar el futuro o apelar a la sabiduría y altruísmo para tener más consideración por aquellos que sufren por la proliferación del desperdicio y aquellos que están destinados a sufrir en las siguientes generaciones?
Todo deriva de una tendencia empedernida a la indiferencia del peligro que no amenaza a nuestro egoísmo en este momento. El futuro no duele, por lo menos, no ahora. ¿Deberíamos de acoger el llamado e ignorar el futuro o apelar a la sabiduría y altruísmo para tener más consideración por aquellos que sufren por la proliferación del desperdicio y aquellos que están destinados a sufrir en las siguientes generaciones?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario