Un antropólogo que estudiaba los hábitos y costumbres de una tribu en África, y porque él siempre estaba rodeado de niños de la tribu, decidió hacer algo divertido entre ellos; consiguieron una buena cantidad de caramelos en la ciudad y los pusieron a todos en una canasta decorada con cinta y otros adornos, y luego dejaron la canasta debajo de un árbol.
Luego llamó a los niños y propuso un juego: que cuando él dijese "ahora", ellos deberían correr hasta aquel árbol y el primero que llegase a la canasta sería el ganador, y tendría derecho a comerse todos los caramelos él solo.
Los niños fueron colocados en fila, esperando la señal acordada.
Cuando dijo "¡Ahora!" Inmediatamente todos los niños se tomaron de las manos y salieron corriendo juntos hacia la canasta. Llegaron juntos, y comenzaron a dividir los caramelos, y sentados en el suelo, los comieron felices.
El antropólogo fue a su encuentro y les preguntó extrañado por qué habían ido todos juntos, si sólo uno pudo haber tenido toda la canasta.
Entonces, los niños respondieron:
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