En los siguientes seis años, Petit se enfocó
exclusivamente en lo que parecía un sueño absurdo. Acopió toda la información
que pudo encontrar sobre la arquitectura de las Torres Gemelas, practicando su
acto de equilibrismo sobre un cable sin cesar y ahorrando dinero para volar a
los Estados Unidos. Tan pronto arribó a Nueva York en 1974, sin pérdida
de tiempo se dirigió al Centro Mundial de Comercio. Usando varios disfraces,
Petit y sus amigos inspeccionaron las torres.
Una noche de martes, Petit y sus acompañantes
ascendieron a las torres con el equipo asido a una cuerda. Usando una flecha y
un arco, dispararon una línea de la torre norte a la sur, y pasaron el resto de
la noche febrilmente tendiendo un cable de una pulgada de grosor entre las dos
torres. El miércoles temprano por la mañana con el inicio del bullicio de Wall
Street, Petit se subió al cable para hacer su acto.
Conforme los asombrados espectadores observaban el
espectáculo, las autoridades locales se reunieron para detener al ilegal
equilibrista de la cuerda floja. Como un consumado artista del
espectáculo, Petit se concentro en su acto, rehusando escuchar las peticiones
que a gritos le hacían los policías para que se detuviera. Tras ocho rutinas de
ida y vuelta entre las torres, Petit se entregó finalmente a la policía.
Petit pudo haber permitido que las distracciones lo
disuadieran de su sueño. Recaudar dinero para el plan, eludir la seguridad para
inspeccionar las torres, y estirar un cable entre las dos torres parecían
tareas imposibles de lograr. Sin embargo, la magnitud de la pasión de
Petit para alcanzar su visión minimizó los obstáculos a su plan.
Hay tres lecciones importantes en la proeza de
Petit. En primer lugar, el fuego interno de cada persona es lo que lo o la
impulsa a sobresalir. Dicho de una manera sencilla determinar su destino. Como
regla general, los líderes lograr influencia proporcional al tamaño del fuego
que arde en su interior.
En segundo lugar, la pasión provee a los líderes
con una ventaja extra sobre la competencia. Tras una competencia
deportiva los comentaristas de los medios ocasionalmente observan como el lado
ganador “quería mucho más” ganar. Cuando todos tienden a ser iguales en sus
capacidades, el equipo más apasionado típicamente prevalece sobre los demás.
En tercer lugar, la pasión hace lo imposible
posible. La gente está diseñada para que cuando se encienda su alma no se dejen
achicar por las barreras en frente de ellos. Esa es la razón por la que un
líder apasionado es particularmente efectivo. Él o ella vislumbran
posibilidades y oportunidades para progresar donde personas sin pasión solo ven
obstáculos en el camino y razones para que la visión no sea alcanzada.
La pasión es un fuego en nuestro interior que no
podemos contener. Trasciende nuestro intento vano de controlarla. Se nota y
contagia a quienes nos rodean. Dios nos dio pasión para cumplir los sueños que
parecen imposibles. Sin pasión por lo que Dios ama, dedicaremos nuestra pasión
a lo que nos destruye. Por eso cada uno es responsable por encontrar aquello
que lo apasionada y dejarse usar por Dios en ello aunque parezca absurdo o
imposible para los demás.
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