"¡Comprar y vender, pero no olvidar ni por un momento a Dios!". El ideal es que las manos y el corazón trabajen juntos en armonía. Ciertos escritores occidentales sostienen que la meta de los hindúes es de tímida "evasión", de inactividad y de retiro antisocial. Sin embargo, el plan védico para la vida humana, que se halla dividido en cuatro etapas, constituye para las masas un sistema perfectamente equilibrado, pues dedica la mitad del tiempo (de la vida) al estudio y las responsabilidades familiares, y la otra mitad a la contemplación y la práctica de la meditación.
El aislamiento es necesario para establecer permanentemente la conciencia en el Ser, sin embargo, los maestros retornan luego al mundo para brindar su servicio. Estas grandes almas, cada una a su propio modo y a menudo confrontando grandes oposiciones, se esfuerzan de manera altruista en inspirar y enriquecer espiritualmente a sus semejantes. Ningún ideal religioso o social hindú es meramente negativo. Ahimsa, "no dañar", llamada en el Mahabharata "virtud completa", es un precepto positivo, pues implica que quien no se encuentra ayudando a los demás de algún modo les está haciendo daño.
El Bhagavad Guita (III:4-8) señala que la actividad es una necesidad inherente a la naturaleza humana, la pereza es simplemente una "actividad incorrecta":
Ningún hombre logrará escapar de la acción aunque rechace actuar; no, y ninguno adquirirá la perfección mediante meras renuncias.
No, y ni un solo instante, en ningún momento, dejará el individuo de ejecutar acciones, la ley de su naturaleza le impone actuar, incluso si no quiere. (Pues el pensamiento no es más que un acto de la imaginación). [...] Es un hombre superior aquel que, con todo el vigor de su cuerpo al servicio de la mente, dedica sus fuerzas mortales a una actividad digna de mérito, sin buscar ganancia.
Paramahansa Yogananda
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