"Incluso si una madre puede olvidar a su hijo, yo no te olvidaré. Os he esculpido en la palma de mi mano." - Isaías 49
Ayer creíste estar despierto. Pero hoy te diste cuenta que habían oleadas de dolor, miedo, cansancio, soledad, aburrimiento, pena o frustración surgiendo en ti, sin previo aviso. Amigo, estas no son ningún enemigo ni tampoco ningún signo de tu fracaso, sino viajeros exhaustos, anhelando la íntima calidez de tu presencia. No ignores a tus visitantes, no te distraigas con comida, internet, drogas, compras o con el próximo 'subidón' espiritual. Recuerda tu compromiso original de encontrarte con la vida bajo sus propios términos. Tómate el tiempo de recibir a estos visitantes, estas partes de ti mismo que habías ignorado, contáctate con ellas a través de tu cuerpo para que puedas darles vida en donde quiera que aparezcan. La Resurrección está muy cerca.
No te olvides de ti mismo cuando más te necesitas. Rompe el ciclo de abuso justo en donde comenzó. Abraza el dolor, el miedo, la soledad como abrazarías a tu hijo recién nacido. Los visitantes no se quedarán para siempre, tampoco se irán cuando tú digas, porque son anteriores al libre albedrío o a la ausencia de éste. Los visitantes desean tu presencia, desean ser vistos como olas en la inmensidad de tu océano, no como amenazas para la consciencia, sino expresiones de la consciencia.
A las sensaciones hormigueando, ardiendo, danzando en tu estómago, pecho, garganta, susúrrales: 'Estoy aquí. No las abandonaré. Hay dignidad en su danza, mis pequeñas...'.
Jeff Foster
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