Para cultivar el amor altruísta debemos primero hacernos plenamente
conscientes de nuestro propio deseo de estar libres de sufrimiento y
experimentar bienestar. Este paso es especialmente importante para
aquellos que tienen una imagen negativa de sí mismos o que han sufrido
tanto que sienten que no están hechos para ser felices. Debemos generar
una actitud cálida, tolerante y benevolente hacia nosotros y tomar una
decisión de ser capaces de alcanzar lo que es realmente bueno para
nosotros.
Una vez que hemos reconocido esta aspiración,
debemos reconocer que es una aspiración compartida por todos los
seres. Es importante reconocer nuestra humanidad en común y hacernos
conscientes de nuestra interdependencia.
Enfoquemos primero nuestra meditación en un ser querido
Es
más sencillo el comenzar a entrenarnos en el amor altruísta si pensamos
en alguien que es muy querido para nosotros. Nos podemos imaginar a un
pequeño niño que viene hacia nosotros, sonriendo, lleno de inocencia.
Permitimos, entonces, que fluya hacia él el amor incondicional, ternura y
cariño, deséandole todo el bienestar que podamos: “que pueda contar con
seguridad, salud y que su vida florezca.” Nutramos este amor y
permitamos que inunde nuestro espacio mental.
Extiende tu meditación
Luego,
extiende este amor benevolente más allá de tus seres queridos hacia
extraños. Ellos también quieren ser felices, aunque, como nosotros,
también se encuentran confundidos del como eludir el sufrimiento.
Finalmente, extiende tu benevolencia a aquellos que te han lastimado y a
aquellos que han hecho daño a otros. Esto no significa que queremos
que tengan éxito en sus hazañas maliciosas. En lugar de eso, les
deseamos profundamente que el odio, crueldad, ambición o indiferencia
que habitan su mente puedan sosegarse. Obsérvalos como un doctor que
trataría a alguien con una grave condición mental.
Finalmente, acoge a todos los seres sensibles, humanos y animales, con amor inconmensurable.
Matthieu Ricard
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