Eran dos ranas.
Una vivía en Osaka y la otra en Kyoto.
Aquel año había mucha sequía en Osaka y la rana que vivía ahí se dijo:
Me iré a Kyoto donde hay buen paisaje y buena agua.
Pero en Kyoto también había sequía aquel año.
Y la rana de ahí también se dijo:
Me iré a Osaka donde hay buena agua y buen paisaje.
Las dos se pusieron en camino y se encontraron en la mitad del viaje.
Cuando estaban en la cima de un monte cambiando sus impresiones
se hincharon y abrieron los ojos de una manera extremada.
La de Kyoto veía Kyoto reflejada en los ojos de su compañera
La de Osaka veía Osaka reflejada en los ojos de la otra rana.
La de Kyoto dijo: ¡Pero si Osaka es como Kyoto!
La de Osaka dijo: ¡Pero si Kyoto es como Osaka!
Si nos mirásemos a los ojos mutuamente con verdadera mirada de búsqueda y comprensión nos veríamos a nosotros mismos en los ojos y en el alma de los demás.
Todo que veamos en los demás es reflejo de nosotros mismos.
Dario Lostado
(Vivir como persona)
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