"Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber... No te dejes vencer por el mal, antes vence con el bien el mal."
Rm 12: 20-21
• Pensamientos •
Liberarte del odio es lo mismo que liberarte de tu miedo, pues el miedo es lo que produce el odio.
Y si el miedo es por ti mismo, es que te estás odiando, y si anida el odio en ti, odiarás a todo el mundo.
El hombre es libre, pero no existe libertad para distorsionar el bien.
Sólo un loco o un dormido hacen el mal —los que no saben lo que es la libertad o no tienen libertad para ser ellos mismos— porque son esclavos de sus compulsiones o sus miedos.
Cuando puedas limpiar tu corazón de todos los apegos y aversiones, verás a Dios.
"Aunque diera todo a los pobres, y mi cuerpo a las llamas —dice Pablo—,
¿de qué me serviría si no amo?".
Este modo de ver de Pablo se consigue viviendo, y este modo de ser nace de estar despierto, disponible y sin engaños.
El místico es el que es capaz de liberarse completamente del miedo, por eso no es violento.
El enemigo del amor no es el odio, sino el miedo.
El odio es sólo una consecuencia del miedo.
No hay que violentarse con nada ni para mejorarlo ni para cambiarlo.
Lo que es, es, y sólo lo es por su propia causa; nada te puede dañar si estás despierto.
Cuando una persona no tiene antipatías ni apegos, su amor renace, crece.
Conocerá entonces el amor. De otra manera, estará solamente ocupada con algunas imágenes en su mente. Ningún apego, ninguna aversión, sólo amor; percibe y aceptarás de corazón lo que sea.
El establecimiento de relaciones es sólo posible entre personas conscientes, las personas inconscientes no pueden compartir amor. Ellas pueden solamente intercambiar deseos, exigencias, mutuas lisonjas y manipulación.
Prueba tu amor, para ver si es consciente.
Cuando tu deseo particular es contrariado o negado por la persona amada,
¿con qué rapidez tu apego se transforma en resentimiento?
La religión no es una cuestión de rituales o estudios académicos.
No es un tipo de culto o de buenas acciones.
Religión es arrancar las impurezas del corazón.
Este es el camino para encontrar a Dios.
Si quieres cambiarte a ti mismo, tendrá que ser en base a comprensión, intuición, conciencia, tolerancia, sin violencia.
Pues eso mismo necesitan los demás.
Lo que importa es responder a Dios con el corazón.
El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la Verdad.
Si no cambiamos espontáneamente es porque ponemos resistencia.
En cuanto descubramos los motivos de la resistencia, sin reprimirla ni rechazarla, ella misma se disolverá.
Cuando en nosotros hay sensibilidad, no se necesita violencia alguna para conseguir las cosas que necesitamos.
Nunca podrás amar a los demás si te detestas a ti mismo.
Amargura en relación con los demás: es esencial para la vida de oración eliminarla por completo; psicológicamente es útil desprenderse de ella.
Amargura en relación con Dios: no temer sentirla, para poder desahogarla en su presencia.
Un ambiente claro produce una unión más profunda.
Nadie hace las cosas malas adrede, fríamente, por maldad, por la sencilla razón de que el componente sustancial de nuestro ser es el amor, la bondad, la felicidad, la belleza, la inteligencia como luz de la verdad.
Si esta sustancia está ahogada por los miedos, por el sufrimiento, la única solución es sacar lo que estorba.
En la violencia del místico no hay nada personal.
No hay en él violencia que venga del miedo, ni del desprecio, ni de exigencia alguna.
Puede violentarse con el otro para defenderse del mal del otro, pero lo hará sin emociones, aunque estará lleno de amor.
Anthony de Mello
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