Yo he descubierto que todo avance espiritual que he hecho ha venido precedido de algún tipo de caída; de hecho, es casi una ley universal que una caída de algún tipo precede a un gran cambio. La caída puede ser un suceso embarazoso que revela la exagerada influencia que el ego ha sido autorizado a jugar en la vida de uno, y eso en realidad me pasó a mí cuando sentí el impulso de dar por terminada mi relación con el alcohol. Otro tipo de caídas pueden implicar un accidente, un incendio que destruya todas las cosas que nos ha costado tanto esfuerzo acumular, una enfermedad, una relación fracasada, una muerte o un disgusto que nos cause una profunda tristeza, una bancarrota, o algo similar. De hecho, esos momentos bajos nos proporcionan la energía necesaria para hacer un cambio en una dirección que se desvía de una vida impulsada por el ego hacia una llena de sentido.
Cuando estaba en el instituto, yo era el saltador de altura del equipo juvenil de atletismo. Para impulsarme por encima de la barra, me acercaba al foso y me agachaba tanto como podía. Al agacharme, adoptaba la postura necesaria para darme suficiente impulso para volar por encima de la barra. Para mí, eso simboliza lo que pasa antes de un cambio: agacharse significa, en un sentido metafórico, que estamos lo suficientemente abajo para obtener la energía necesaria para cambiar la dirección de la vida.
Toda caída alberga en su interior el potencial para desplazarnos a un lugar más alto. Quizá necesitemos sumergirnos en la noche oscura del alma para liberarnos de la garra de un ego bien asentado. "Oculta en toda desgracia está la buena suerte" es un concepto del Tao que parece defender el valor de esas épocas de la vida en las que hemos experimentado una caída. Sin esa desgracia particular, no es posible tener buena suerte.
Las tormentas de la vida son sucesos positivos en potencia, y podemos utilizarlos para propulsarnos a nosotros mismos a los lugares más altos. De hecho, en mi opinión, cuanto mayor es el objetivo que nos hemos puesto en la vida, mayor y más dura será la caída que sufriremos.
Amo profundamente esta afirmación de Rumi, en la que manifiesta una verdad que considero esencial:
El sendero espiritual destroza el cuerpo y después le devuelve la salud.
Destruye la casa para desenterrar el tesoro, y con ese tesoro la construye mejor que antes.
Cada uno de los componentes del ego plantea exigencias completamente distintas a las del origen de nuestro ser. El espíritu nos llama a casa, a un alineamiento perfecto con nuestro Creador; el ego nos impulsa a gran velocidad en la dirección contraria. Debemos estar más familiarizados con el espíritu si deseamos hacer un cambio de sentido mientras aún estamos vivos... y experimentar plenamente la tarde de la vida.
Wayne W. Dyer
(El cambio)
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