Se usa frecuentemente el símil del mar y la ola para expresar que Dios es el mar, y cada uno de nosotros es una ola en este inmenso mar divino.
Muchos de los seres humanos son olas inconscientes de pertenecer al mar. Se sienten autónomos, separados y sin relación con las demás olas.
Están todas las olas en una necesaria e inevitable relación e interdependencia. Las luchas entre unas olas y otras son una verdadera locura, enajenación e insensatez.
Las olas, fluctuantes, inestables, frágiles y siempre cambiantes, son cada una de nuestras personas humanas. Lo sepa la ola o no, siempre depende del mar y pertenece al mar. Es magnífico pertenecer al mar infinito de la Divinidad.
Todas las olas, hijas del mismo mar.
Algunas olas humanas, las personas, se envanecen con estúpida altanería y se creen superiores a las otras olas porque tienen un poco más de espuma o fuerza en su movimiento.
La arrogancia es una gran desgracia humana.
Dario Lostado
(Despertar a la conciencia día a día)
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