Mira a las personas que admiras, sobre las que has leído, a las cuales has orado. Míralas como egoístas, tontas, inmaduras y mezquinas, miedosas y confusas, inocentes, sin culpa.
Piensa en ti mismo. Mírate como tonto, egoísta, mezquino, confuso, ignorante, inocente, sin culpa.
¿Hay algunas características que no serías capaz de aceptar ni estarías dispuesto a aplicarte a ti mismo o a ellas?
¿Quedarías desilusionado si lo que se dice sobre ellas o sobre ti fuese verdad?
¿Las amas aún más por todas sus limitaciones y flaquezas?
¿Puedes aceptarlas como simplemente humanas?
¿Las aceptas como personas que se pueden amar?
¿Logras ver cómo Dios puede amar todas las idiosincrasias de todas las personas, así como sus imperfecciones y virtudes?
Nunca te enamoras de alguien. Te enamoras por las ideas esperanzadas y por los sentimientos agradables que creas con respecto a alguien.
Nunca confiaste en nadie; confiaste sólo en tu juicio sobre la persona. Cuando tu juicio sobre una persona cambia, se transforma también tu confianza.
Anthony de Mello
(Ejercicios de superación)
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