Terrorismo, injusticias sociales, delincuencia, desempleo, desorden... Todo tiene un nombre común. Todo tiene una causa única.
Se intenta poner remedio a los males, olvidando la causa de los males. Quizá no vemos la causa porque nos da vergüenza y somos demasiado orgullosos para reconocer que esta causa está en nosotros. Pero preferimos buscarla fuera.
Es el egoísmo burgués en forma de amor desordenado al dinero, al confort, a la ambición de tener más que los otros como valores supremos de la vida.
El político prefiere quedar bien y que el partido salga triunfador y él, naturalmente como director o impulsador del triunfo del partido, al verdadero bien de los ciudadanos.
Nuestra enfermedad social es el egoísmo cruel y exacerbado que se impone descarada y abiertamente en algunos casos y solapadamente en otros.
Se habla de servicio al pueblo, justicia social y otras lindezas por el estilo, cuando en el fondo lo único que interesa es levantar la plataforma para ser elegido, ser líder o ser puesto en el candelero y quedar bien.
Se prefiere tener y ganar más aunque personas o familias vivan en la miseria con sueldos ruines, a ganar un poco menos para que otros vivan más dignamente.
A esto se llama egoísmo: encerrarse en sus propios intereses individualistas sin atender las necesidades y exigencias de los otros.
Egoísmo es esforzarse y trabajar constantemente para que el pequeño y ruin yo que todos llevamos dentro, se engorde vanidosamente a costa de todo y de todos.
La única regla del egoísta es: Es bueno todo lo que favorece mis intereses individuales, mi ambición y mi vanidad y malo todo lo que atente contra ello.
Es triste el espectáculo de algunas Instituciones que por su esencia y finalidad son humanitarias y de ayuda a los demás, ver que sus miembros se pelean, se calumnian, y se destruyen mutuamente aún a costa de la misma Institución a la que pertenecen, por defender cada uno su actitud egoísta, vanidosa y ruin, en perjuicio de todos aquellos a quienes deberían servir.
Quizá sea ésta la causa y la explicación de la poca eficacia de tantas Instituciones, conferencias, organizaciones, pláticas...
Quizás muchas veces no trabajamos tanto por los demás cuanto por nuestra propia honrilla vanidosa y superficial.
Quizás nos predicamos y alabamos a nosotros mismos y nos levantamos disimuladamente estatuas y monumentos en lugar de ayudar a los demás a levantarse a un grado de vida más digna.
Sí. Nuestra enfermedad puede ser este cruel y ruin egoísmo disfrazado de tantas caretas, con tantos ropajes, con tantas sutiles aparentes formas de servicio.
Se hace imperioso reexaminar nuestras verdaderas y profundas intenciones en nuestros trabajos y en nuestra vida toda.
El contagio de esta enfermedad parece que es bastante general.
En distintos grados, pero general.
Desde los más altos niveles internacionales hasta los más íntimos de la vida familiar y de amistad se detectan constantemente síntomas de esta devastadora enfermedad, causa de la mayor parte de los males que nos aquejan.
No es excusa el decir: ¿qué hago yo curándome de esta enfermedad si los demás siguen siendo egoístas?
Ya hay quienes no lo son.
Hay personas generosas, que no son esclavos del egoísmo.
Tú puedes ser uno de ellos. Y así engrosarás las filas de los que de veras quieren hacer de este mundo nuestro un mundo mucho más humano, más generoso y más feliz. No con palabras, sino con una actitud constante de su vida.
Hoy puedes unirte a los que trabajan día a día por desarraigar más y más el egoísmo de sus corazones. Es la mejor manera de hacer un mundo mejor.
Sí. Hay personas que ya vencieron y vencen día a día la tentadora maquinación del egoísmo.
Por eso la Vida es digna de vivirse.
La sincera generosidad y el servicio desinteresado, dan luz y calor a nuestro mundo frío y calculador.
Supera la enfermedad del egoísmo.
Es lo más saludable.
Darío Lostado
(La Alegría De Ser Tú Mismo)
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