He estado viendo algunos reportajes y documentales televisivos sobre unos ciertos políticos o algunos mitos de la canción y el deporte mundialmente famosos.
Esas caras lánguidas por la fascinación y el asombro de mujeres y hombre frente al ídolo del momento, esas palabras aduladoras y exaltadoras del orgullo nacional, mezclado con los intereses económicos y sociales de quienes apoyaban a su lucrativo y rentable ídolo y líder, daban pena y risa a la vez.
Vista a la distancia, toda aquella parafernalia de propaganda y celebraciones resulta histriónica y grotesca.
Casi todos los personajes triunfadores y triunfalistas de aquel tiempo que nos presentaba el documental han muerto o están reducidos a un estado triste de desvalimiento.
El orgullo y la vanidad humanos terminan siempre en un triste y grotesco dramatismo.
Aquello del documental se da en todos los países con sus propias y particulares características.
Personalidades de la política, del arte, de la cultura, de la religión son admiradas y veneradas en un tiempo y, poco después, caen en el más negro olvido.
Así es la vanidad humana. "Vanidad de vanidades, y todo es vanidad".
Dario Lostado
(Despertar a la conciencia día a día)
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