Tenemos la propensión de admirar a quienes hacen cosas y hazañas extraordinarias.
No nos damos cuenta de que cada momento, cada acto ordinario de nuestra vida, es lo que realmente cuenta, y no lo extraordinario y vistoso.
Recriminamos a los personajes de la historia que cometen o han cometido grandes crueldades y villanías.
Y no advertimos que nosotros, en nuestra propia vida diaria, somos crueles con quienes nos caen mal, simplemente porque hieren o han herido nuestro amor propio.
No los matamos como algunos personajes de la historia, pero hay un odio secreto en nuestro corazón que también nos cuesta reconocer, y el odio está ahí adentro, vivo, en el interior de nuestro corazón.
Tanto las grandes como las pequeñas ruindades y villanías son hijas del mismo padre: el ego individual destructivo que siempre ambiciona el poder, la superioridad sobre el otro, el orgullo y el placer en cualquiera de sus formas.
No cometemos grandes fechorías, pero estamos inmersos en un sinfin de pequeñas maldades con quienes viven cerca de nosotros.
Nuestro mundo no está mal sólo por las grandes crueldades, sino también por esas inumerables ruindades diarias de cada uno de nosotros.
Tenemos una gran o pequeña responsabilidad para que el mundo sea un poco mejor.
Dario Lostado
(Despertar a la conciencia día a día)
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