Al pasar por el estanque, vi un loto en flor e instintivamente le dije:
"¡Qué hermoso eres, querido loto! ¡Y qué hermoso debe de ser Dios, que te ha creado!"
El loto se ruborizó, porque jamás había tenido la menor conciencia de su gran hermosura.
Pero le encantó que Dios fuera glorificado.
Era mucho más hermoso por el hecho de ser tan inconsciente de su belleza.
Y me atraía irresistiblemente porque en modo alguno pretendía impresionarme.
* * *
En otro estanque situado un poco más allá pude ver cómo otro loto desplegaba sus pétalos ante mí con absoluto descaro y me decía: "Fíjate en mi belleza y glorifíca a mi Hacedor"
Y me marché con mal sabor de boca.
Cuando trato de edificar, estoy trantando de impresionar a los demás.
¡Cuidado con el fariseo bienintencionado!
Anthony de Mello
(El canto del pájaro)
Photo by Guillem |
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