Mauro salió de su casa apurado esa mañana porque debía llegar a horario a una crucial cita, el colectivo tardo unos minutos más de lo acostumbrado. Ansiedad y nervios dominaban sus pensamientos. La cita era importante, debía si o si llegar a horario. Tenia el tiempo justo según calculó, pero sorprendentemente el chofer de ese día era muy pausado y prudente para manejar, cada esquina y cada semáforo eran para Mauro una odisea, una oleada de rabia y nervios. Miraba detenidamente cada auto que pasaba, apuraba con su mente cada peatón y contaba los segundos que el semáforo quedaba en rojo. En un cruce casi le grita al chofer que se apure, pero temió quedar como loco desubicado. Así siguió por 22 minutos hasta que finalmente llegó y corrió desesperado para llegar. Si bien llegó a tiempo, quedo tan tenso que le costaba hablar con tranquilidad. Todos notaron su inquietud y tardó horas en volver a relajarse.
En otra oportunidad salió a la misma hora y al mismo lugar. Cuando miró el colectivo que venia se dio cuenta que era el mismo chofer tranquilo y pausado del otro viaje. Resignado subió y se entrego de nuevo a la ansiedad del viaje, pero recordó que traía un libro en el bolso, lo abrió y quedo atrapado rápidamente en la lectura, tanto placer le causo leer que se olvido del viaje y hasta casi se pasa de su parada por querer continuar con la lectura, al descender medito que buen viaje tuvo, aunque llego exactamente al mismo tiempo que el otro viaje.
No depende del tiempo que tarden algunas cosas que queremos, sino de con que actitud atravesamos el recorrido. En la vida hay cosas que se hacen esperar, y nos guste o no, hagas lo que hagas y sientas como te sientas el tiempo pasa cada día de la misma forma. Disfruta del viaje.
"Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora".
Eclesiastés 3:1
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